Verdad
Verdad: algunas cosas no cambian.
Yo creí ser una de ellas.
La afección simple de una circunstancia puso mis huesos en un plano finito, determinado.
Verdad: creo que nunca quise estar vivo.
Vivo, en verdad, para demostrar que tengo resistencia a prueba de vida. Vivo,
es verdad, para jugar con límites, menospreciando todo lo humano que forma parte de estos ojos llagados que miran las letras
desaparecer.
Verdad: algunas cosas cambian cuando se transforman, cuando ciertos procesos descomponen
universos que brillaron en la noche.
Verdad.
Yo soy parte de esos cambios. Esta mañana continué caminando en
el frío de una calle, entendiendo la definición de “Soledad”: incluso el viento te esquiva, se abre a tu paso,
omite tu contorno, para no ennegrecer sus blancos filos de hielo.
Verdad: no soy otra cosa más que un mero haz de carne, que la va de gurú con conocimiento
en tantra, y comprende, tarde, que perder en serio es perder la vida.
Verdad. Las imágenes siguen cayendo en mi mente a una velocidad indefinible; verdad,
nada hay cercano a mí que pueda entender tanto, como el dolor que significa haber herido a quien te amaba.
Dolor. Indescriptible dolor. No tolerancia ante las ganas de ya no ser más que
pérdida debajo de la tierra.
Ya no más peinar tus cabellos.
Ya no más beber de tu boca.
Verdad: estoy cambiando.
La oscuridad, maravillosamente, me da miedo. Oigo las voces lóbregas amenazando
a mi memoria, a mi mente. Tienen su lengua en mi pecho, me hablan en sangre por la mañana, cuando el sol roza mi cara, y me
trae el recuerdo de tus ojos iluminando todo.
Verdad. Siempre estuviste allí; y yo también estuve... como ausencia.
Verdad. El frío me abrigaba de recordarte. Ya no existo como junta cadáveres.
Ya no quedan pasos por dar.
Verdad. Algunos dicen que sólo la muerte no tiene solución.
Verdad. Yo creo que la vida tampoco si se carece de sentido.
Verdad. Quiero sembrarme en vos por siempre. Repetirme y sentir que vale la pena,
esta vez, caminar lejos de la oscuridad, esta oscuridad que tanto te ha herido.
Verdad.
Tristeza. Sólo tristeza me queda; y maldigo no tener una foto tuya.
Verdad: he mentido, nunca valí un gramo del respirar de tu espíritu.